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Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía
ya nunca ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones,
con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días.
ya nunca ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones,
con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los días.